

Chicontepec: El debate que no fue
DÍA DE LA MARINA
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Chicontepec, Veracruz | Vivimos en tiempos en que la democracia se viste de ceremonia, aunque a veces los actores principales olvidan asistir. El pasado 15 de mayo, el OPLE Veracruz organizó —con toda la formalidad del caso— un debate para los aspirantes a la alcaldía del municipio de Chicontepec, al norte del estado. El escenario estaba listo: micrófonos, cámaras, un moderador puntual y una intérprete de lengua de señas. Sólo faltó una cosa: los candidatos.
El ejercicio se vio reducido a un monólogo involuntario por parte del moderador Luis Emanuel Domínguez, quien anunció con cortesía y algo de resignación la cancelación del evento ante la ausencia de contendientes. Solo una aspirante acudió: María Guadalupe Argüelles Lozano, abanderada del Partido del Trabajo. Pero un debate, como dicta el reglamento y el sentido común, no puede darse con un solo participante.
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Podríamos ironizar que Lupita Argüelles ganó el debate… por default. Pero lo cierto es que lo perdió el electorado. La oportunidad de contrastar propuestas, cuestionar ideas y someter a escrutinio público a quienes pretenden gobernar uno de los municipios con más retos en la Huasteca Baja fue tirada por la borda por quienes prefirieron el silencio a la confrontación de ideas.
Vivimos en una democracia donde algunos candidatos —paradójicamente— rehúyen al debate. Quizá porque temen decir algo inconveniente, o tal vez porque creen que el clientelismo y las estructuras partidistas son más eficaces que el razonamiento público. Es probable también que muchos aspirantes aún consideren que los votos se ganan con fiestas patronales, no con argumentos.
Resulta preocupante que ni siquiera en el marco institucional de un organismo electoral se logre convocar a los contendientes. ¿Qué podemos esperar, entonces, de su compromiso con la transparencia o la rendición de cuentas si ni siquiera se presentan a dar la cara?
Así que sí, ganó María Guadalupe Argüelles. No porque haya hablado mejor, sino porque fue la única con la decencia de presentarse. Y en tiempos de simulaciones, a veces el simple hecho de cumplir basta para distinguirse.
Pero no nos confundamos: lo que ocurrió en Chicontepec no es un triunfo de nadie. Es un recordatorio de que la democracia no se construye sola, y de que sin voluntad política, los escenarios se quedan vacíos… y los ciudadanos, sin respuestas.