

El Higo: entre la basura, la memoria y la terquedad del cambio
DÍA DE LA MARINA
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En tiempos en que los debates se vacían por la ausencia de candidatos, El Higo, municipio del norte veracruzano, ofreció un extraño privilegio democrático: dos contendientes que no solo asistieron al ejercicio organizado por el OPLE Veracruz, sino que expusieron, en sus propias palabras, la ruta por la que quieren conducir a su pueblo. Juana María Martínez Guerrero, del Partido del Trabajo, y Gustavo Adolfo García Sánchez, del PAN, protagonizaron un diálogo que osciló entre la nostalgia de un pasado que quiere volver y la urgencia de un cambio aún sin concretar.
Ella, con pasado; él, con insistencia
Juana Martínez ya fue presidenta municipal. Se aferra al recuerdo de sus logros —una obra para potabilizar el agua y una ambulancia que prestaba servicio 24/7— como carta de presentación. Su estilo es maternal, emocional y directo. Promete una “casa para el adulto mayor”, medicamentos, atención médica y una reforestación “total”. Habla con fe, en Dios y en la gente, pero evita profundizar en las razones por las que sus propuestas —ya intentadas— no trascendieron a las siguientes administraciones.
Gustavo García, en cambio, representa la terquedad convertida en bandera. Se ha postulado tres veces. Y aunque no ha ganado, su persistencia es su mayor fortaleza. Su diagnóstico es duro: “Llevamos 16 años de rezago y de corrupción”. Propone ordenar el basurero municipal, gestionar una planta de desechos sólidos, crear un albergue para higuenses en Tampico y terminar con los gobiernos “de los mismos apellidos”. Su discurso es más político que técnico, pero apunta a algo elemental: la necesidad de alternancia.
Lo que no se dijo, pero se insinuó
Ambos evitaron una confrontación directa. Pero hubo indirectas claras. Gustavo cuestionó a los candidatos ausentes —“los amigos silenciosos”— y pidió al pueblo no votar por quienes no dan la cara. Juana, por su parte, defendió su gestión pasada con orgullo, aunque admitió tácitamente que varios de sus proyectos quedaron truncos.
En el fondo, ambos coincidieron en lo evidente: El Higo tiene un grave problema con su basurero a cielo abierto, con su sistema de salud precario, y con el olvido de los adultos mayores. Pero mientras uno quiere volver para terminar lo que empezó, el otro quiere entrar para romper con todo lo anterior.
¿Quién ganó el debate?
Gustavo García Sánchez ofreció mejores argumentos, mejor estructura de propuestas y una narrativa más crítica. Su insistencia, aunque repetitiva, mostró un conocimiento territorial de fondo. Juana Martínez, aunque empática y conocida por muchos, quedó atrapada en un discurso del pasado, sin poder explicar por qué su anterior administración no resolvió lo que ahora vuelve a prometer.
El Higo está en una encrucijada: repetir o corregir. El debate no resolvió esa elección, pero sí mostró que los ciudadanos, al menos, tienen opciones distintas.
Y eso, en un país donde muchos municipios no tienen ni eso, ya es ganancia.