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Relatos de Navidad » El Guerrero de Amajac»

por | Dic 9, 2025 | Álamo, Cultura, Entretenimiento

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Desenterrar el pasado es traer con él sus fantasmas, sus sueños y pesadillas. Los mundos que nos antecedieron estaban Llenos de verdades que hoy son inexplicables misterios. Este relato forma parte de la colección del libro de Voces de la Huasteca.

El 1 de enero de 2021 pobladores de la comunidad de Hidalgo Amajac descubrieron que una  norme piedra caliza era un monolito prehispánico. Cuando compartieron su hallazgo, los especialistas la nombraron La joven de Amajac. Según sus versiones, el monolito representa a una doncella de la clase alta de la cultura tének.  A raíz del encuentro de la piedra de la joven gobernante de Amajac se han escuchado murmullos y avistamientos misteriosos en la comunidad de Hidalgo Amajac, sobre todo en la zona donde ocurrió el hallazgo. De hecho, tiempo atrás se vio una criatura extraña rondar el lugar, muchos la llamaron «el Guerrero» por su atuendo tan raro.

 

A continuación, se presentan algunos de los ecos que resuenan en la comunidad sobre este hallazgo:

 

Era víspera de Navidad la noche estaba en calma y el cielo estrellado. Cerca de las dos de la  madrugada la luna apenas se asomaba como queriéndose ocultar del frio. Miguel dormía en su cama cuando despertó de repente, sintió escalofríos y quiso persignarse para recuperar el sueño, pero algo lo perturbaba. El hombre, de oficio campesino, cuenta que aquella madrugada escuchó a sus tres perros ponerse inquietos y ladrar asustados. Por ello, decidió levantarse, buscó su  chamarra para salir, pero al dar los primeros pasos fuera del cuarto donde dormía junto a su familia oyó a lo lejos un grito. Era un alarido muy fino, similar al ruido lejano de una locomotora cuando anuncia su paso entre los poblados. Poco a poco el grito se oyó más cerca, sin embargo, no pudo identificar de quién era o de dónde provenía. Recordó a sus perros espantados y decidió salir por la parte de atrás de su casa. A unos cien metros empezaba la zona de naranjales, mucho más  adelante, el arroyo, y justo a un costado de su casa, un camino rural que va a dar al estero. Asimismo, hay un camino que lleva al naranjal donde se encontró la piedra.

 Los perros ladraban más fuerte, como si de esa forma escondieran el extraño grito que se acercaba. Miguel decidió ir más atrás de su casa, lámpara en mano, acompañado de sus perros.  Conforme avanzaba empezó a sentir algo raro recorrer su cuerpo. Sintió soplar un aire que le quemaba la piel, no sabía si era por lo que estaba a punto de presenciar o por lo fresco de la noche. Escuchó nuevamente el ruido aquel, pero esta vez no fue un grito, sino como si alguien  chiflara fuerte, tan fuerte que sus perros corrieron a esconderse adentro de su casa, dejándolo  solo. Aun así no tuvo temor y decidió averiguar que era eso que, incluso, asustaba a la noche.

 Giró a su izquierda y caminó un poco para acercarse más al camino rural, se detuvo ahí para ver mejor lo que estaba a punto de aparecer y se quedó inmóvil. La luz del foco de afuera de su casa  llegaba hasta el camino, por lo que supuso que con ese reflejo podría identificar aquello. Creyó que se trataba de alguna persona extraviada, pero no. De repente aquel chiflido aterrador rompió  el silencio de la noche a unos metros de él.

Alcanzó a ver que una criatura se acercaba a la luz del foco y se preparó para ver mejor, pero, sin saber cómo, aquel ser apareció más delante donde él lo esperaba. Atravesó rápidamente su casa para alcanzar a ver de qué se trataba, pensó que lo hallaría sobre el camino, pero al llegar vio a la  criatura dando vuelta sobre el camino, acercándose a las primeras casas, después del campo  deportivo.

Miguel estaba en el corredor, y antes de ir hacia la carretera y acercarse a las casas notó el lento andar de la criatura. Por ello decidió regresar por un machete y otra lámpara, pues la que traía ya no encendía bien. Bajó los escalones del corredor y caminó despacio con la sorpresa de ver a la criatura a lo lejos bajo el reflejo de las luces de las casas próximas. Ambos avanzaron poco a poco hasta que de pronto, gracias a un foco automático, él quedó a unos cuantos metros de distancia de aquel ser, que aun con la luz seguía su lento andar, y fue ahí donde pudo verlo mejor.

Ladraban todos los perros de alrededor, estaban como locos, algunos aullaban de modo  tenebroso. Entre el escándalo, se acercó a las casas, de repente su corazón se paralizó, su cuerpo entró en un estado de shock y no pudo ni moverse. Mientras la luz automática de la casa se encendía, él levantó la lámpara que llevaba en la mano y miró a la criatura, que giró sobre su propio eje para quedar frente a frente. Los ojos del perseguidor no podían creer lo que veían: un ser alto, de más de un metro ochenta, flaco, casi esquelético, con una rara vestimenta. Parecía que su pantalón estuviera recortado a la altura de la rodilla vestía una especie de playera larga con capucha, por lo que no pudo verle el rostro, pero sí los brazos delgados, casi cadavéricos, con unas manos grandes y uñas largas. Debido al miedo, no logró distinguir si tenía joroba, si era su vestimenta o si cargaba algo en la espalda, pero observó que sobresalía de la capucha un cuerno como de medio metro se distinguía si vestía un pantalón recortado o una falda, sin embargo de su espalda. Sus piernas delgadas llamaban la atención, ya que no de largo y en la punta tenía una especie de listones que caían encima no alcanzó a verle los pies.

Inmóvil y con dificultad para respirar debido al miedo, el hombre apenas pudo dar un paso hacia atrás. Le temblaban las piernas, su cuerpo casi no respondía, y se dijo así mismo: «Vamos,  regresemos a la casa». No sabe si en verdad lo dijo o lo pensó, sin embargo, pudo dar otro paso hacia atrás y un sudor frio se apoderó de su cuerpo. La lámpara y el machete cayeron de sus  manos al descubrir con sorpresa lo que había perseguido. 

Luego de unos segundos que se sintieron como una eternidad, logró echar sus pasos hacia atrás pensando qué hacer si la criatura se le abalanzaba después de tener aquel ser frente a frente, una  fuerza en su interior evito que se desmayara. Fue hasta que la criatura gritó cuando Miguel volvió en sí y se alejó poco a poco. 

La aparición aquella apenas llegó a la esquina de la casa de enfrente y caminó rumbo al centro de la comunidad haciendo aquel ruido estremecedor. Los perros no paraban de aullar, pero ninguno  salió a su encuentro. Cuando Miguel se distanció lo suficiente para sentirse tranquilo fue a un lado de su casa para saber hacia dónde se dirigía la criatura y pudo ver como se alejaba. Por los ladridos de los perros calculó que seguía avanzando y se imaginaba el rumbo que agarraba en la comunidad. 

Entró a su casa sorprendido e incrédulo. No entendía nada de aquella aparición: un fantasma o un ser extraño que nunca había visto ni imaginado. Tomó un vaso de agua y regresó a la cama, no sin antes calmar a sus perros. Después de una o dos horas quiso despertar a su mujer, pero pensó: «Es mucho para ella, le puede hacer mal». Seguía temblando, por lo que dejó cerca su machete y su lámpara. Se acordó de su revólver, pero estaba de más, si era un fantasma no podría hacerle daño. A lo lejos se escuchaban los perros, y entre más cerca se oían los aullidos, él pensaba: «‘Esa cosa está regresando». 

Media hora después se oyó un bufido largo, como un viento muy fuerte. Miguel se levantó para  buscar a la criatura, pues pese al miedo le ganaba la curiosidad. Buscó el agua bendita y humedeció con ella sus manos, la lámpara y el machete. Salió decidido a enfrentarla, miró que iba cerca del campo deportivo, alistó su lámpara y la vio de espaldas. Mientras se acercaba más y más, justo a unos metros de ella, desapareció. Quedó atónito, no daba crédito a lo sucedido, implemente todo volvió a la normalidad. Buscó por todos lados, fue al campo deportivo, regresó al camino rural que va al naranjal y al arroyo, pero no encontró nada. 

Recordó que ya le habían contado de esa criatura. Otros la habían visto por el naranjal, adelante del arroyo, se dijo entonces: «‘Ha de ser la misma criatura que desde hace algunos años se veía por esos lugares, pero nunca aquí en la comunidad y mucho menos tan cerca que hasta pude sentir su presencia». Cuando regresó a su casa, su mujer despertó y preguntó qué había pasado, por qué estaba pálido y agitado. Él le respondió «»vi algo», y le contó lo sucedido. Ella le dijo: «Es el guerrero de la joven de Amajac, dicen que fue el guardián de su lecho en el naranjal. Cuenta la gente del pueblo que ahora que se la llevaron viene hasta la comunidad a buscarla. No se sabe cada cuánto llega ni a qué hora. Lo que se sabe es que lo han visto en las noches más oscuras, cuando ni siquiera las estrellas alcanzan a alumbrar los caminos, y lo más preocupante, lo que tiene atemorizada a la comunidad, es que no le teme a la gente”. 

Si una noche pasas por el campo deportivo, te encontrarás ese camino rural que se dirige al arroyo y va al naranjal, justo donde reposó por más de quinientos años la joven gobernante. No mires a esa dirección, pues quizá sufras el episodio más espeluznante de tu vida al contemplar ahí de pie, con su atuendo y su cuerpo huesudo, al guerrero de la joven gobernante de Amajac.

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